miércoles, 19 de febrero de 2014

El gran divulgador- Galileo Galilei

El 15 de febrero se cumplieron 450 años del nacimiento del sabio italiano Galileo Galilei.

 

Por Guillermo Goldes*
Fuente original

El 15 de febrero de 1564 nacía Galileo Galilei en Pisa, en la región Toscana. Fue el mayor de siete hermanos, y al cumplir los 10 años se mudó con su familia a la cercana Florencia, epicentro cultural de la época. Allí encontraría años más tarde apoyo y protección por parte de la poderosa familia Médici. En 1581, ingresó a la Universidad de Pisa para estudiar Medicina. No finalizó esa carrera, y comenzó a estudiar matemática. Tampoco se graduó, pero su vida posterior estaría marcada por esa ciencia, que combinó con otras pasiones. En 1588, ya daba clases de matemática. Desde 1592 hasta 1610 trabajó como profesor de física en la Universidad de Padua, en el Véneto. Fue su época más creativa y adquirió gran renombre. Allí nacieron sus tres hijos: Virginia, Livia y Vincenzo. En la última etapa de su vida retornó a Florencia. Falleció en Arcetri, muy cerca de esa ciudad, en 1642. En el mismo año, Isaac Newton nacía en Inglaterra. Los restos de Galilei descansan en la iglesia de la Santa Cruz en Florencia, a pocos pasos del mausoleo de Miguel Ángel. 

Convengamos en que Galileo es muy conocido, sobre todo en su faz de astrónomo: fue la primera persona en utilizar un catalejo de aumento para mirar el cielo.

Pero Galileo fue mucho más que el fundador de la astronomía moderna. Fue uno de los padres de la Física y de las ciencias experimentales. El primero en afirmar que, si un carro se mueve a 10 km/h sobre el camino, y un caballo galopa en la misma dirección y sentido a 20 km/h, el equino avanza a 10km/h respecto del carro. O que si se mueven en sentido contrario, se cruzarán a 30 km/h. Se llama transformación de Galileo: las velocidades de los móviles se suman o se restan. Nadie lo había planteado con tanta claridad antes. Años más tarde, Newton escribió: “si he visto más lejos, es porque estoy parado sobre hombros de gigantes”; estaba pensando, entre otros, en Galileo.

Estudió el movimiento de los péndulos. Notó que el tiempo que tardan en ir de un lado a otro depende de su longitud, pero no de su peso ni de la amplitud del movimiento. Es la base de la mecánica de las oscilaciones, que se usa para describir las olas en el mar, la luz del Sol, la propagación de terremotos, la corriente alterna y un sinfín de fenómenos naturales. Intentó también medir la velocidad de la luz.

Como inventor, desarrolló instrumentos como el compás geométrico militar y el termoscopio, precursor del termómetro.

Pero Galileo fue, ante todo, el primer divulgador científico de la historia. Hoy consideramos la divulgación científica como una actividad esencial, que permite mejorar la calidad de vida de la gente. De toda la gente, no sólo de los científicos. Galileo lo creía con fervor. Utilizó en pleno siglo XVII recursos modernos para comunicar ciencia.

El humor como herramienta


Escribió obras en forma de diálogo entre personajes de ficción, y utilizó en ellas el humor como herramienta. Sus obras eran accesibles a todo aquel que supiera leer, porque Galileo escribía en italiano y no en latín, la lengua erudita de la época. En su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo: el ptolemaico y el copernicano (1632), tres personajes reflexionan sobre los movimientos de la Tierra, las mareas, la inercia y otros temas. Ellos son: Salviati, inspirado en el propio Galileo; Sagredo, un hombre común, y Simplicio, inspirado en el Papa Urbano VIII. Sus conversaciones aún hoy resultan provocativas.

Ese libro fue uno de los principales apoyos a la teoría heliocéntrica de Copérnico. Le valió a su autor un juicio eclesiástico en el cual tuvo que abjurar de sus afirmaciones por resultar heréticas, en 1633, para después quedar preso. Galileo fue perdonado por Juan Pablo II en 1992. Ya se sabe, perdonar es más difícil que condenar.

Aún luego de su condena, Galileo publicó en Holanda su Discurso sobre Dos Nuevas Ciencias (1638). Allí sus clásicos personajes discutían sobre movimientos y fuerzas. Un capítulo trata sobre la caída de los cuerpos. Explica que los cuerpos pesados no caen más rápidamente que los livianos. Ensayó para ello con planos inclinados y planteó un experimento en la Torre de Pisa. Podríamos pensarlo así: si al arrojar un yunque pesado desde lo alto de la torre, este cayera a mayor velocidad que un martillo más liviano (cosa que no ocurre así), ¿qué pasaría si ambos estuvieran soldados entre sí, formando un tercer cuerpo más pesado aun? Por su peso, este cuerpo debería caer aun más velozmente. Pero se podría pensar que el yunque tendería a acelerar al martillo, mientras que el martillo tendería a frenar al yunque.

Contradicción

¿El conjunto caería con una velocidad intermedia? Es una contradicción, y el error está en la premisa: no es cierto que los cuerpos más pesados caigan más rápidamente. En principio, todos los cuerpos caen a la misma velocidad. Así ocurre en ausencia de aire, y fue comprobado en la Luna. Aquí, el aire tiende a frenar los movimientos, pero además empuja los cuerpos levemente hacia arriba: por eso los globos suben.

Galileo fue pionero en muchos sentidos. Más de 50 años antes de que nacieran las revistas científicas, ya escribía sobre ciencia para el pueblo italiano. Recurría a demostraciones públicas en lugares conocidos para sostener sus opiniones. Tenía en claro que el público era el destinatario, y al mismo tiempo, la principal fuente de legitimación del conocimiento. Una actitud que revalorizamos hoy, en una época en la cual creemos prioritario democratizar la ciencia.

 

Galileo y el telescopio

El primer telescopio de Galileo era un rudimentario tubo de madera de 40 cm de largo y 3 cm de diámetro, con toscas lentes en sus extremos. No lo había creado: decidió replicar la invención de un fabricante holandés de lentes y utilizarla para sus propias investigaciones. Con esa enorme ventaja, pudo ver por primera vez en la historia los cráteres de la Luna. Uno de ellos, aunque no de los mayores, lleva su nombre. También identificó las manchas solares, las fases de Venus, los cuatro mayores satélites de Júpiter, a los que llamó “estrellas Mediceas”, y los anillos de Saturno, aunque no pudo describirlos como tales. Pero sobre todo, vio que la Vía Láctea está formada por gran cantidad de estrellas. Esas observaciones están resumidas en su libro Mensajero de los astros, de 1610.

*Divulgador científico FAMAF- UNC

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario